Maternidad

Kuña guapa…?

Ya van a ser cuatro años que soy madre y tres que vengo acompañando a otras. La mayoria de las mujeres que conozco me conocieron cuando estaba en un voluntariado de apoyo a la lactancia materna. Muchas de ellas me dejaron de querer cuando decidí salir de ese grupo y dedicarme de lleno a formarme de manera profesional a la maternidad. Pocas entendieron por qué lo hice. Es precisamente de lo que vengo a hablarles en esta primera entrada de mi blog.

Desde el primer día que he visitado a una madre puerpera para asisitirle en la lactancia materna hasta el día de hoy, lo primero que me dicen es, «perdón por mi pinta, no mires tanto el desastre». A lo que respondo siempre que no se preocupen que yo también soy mamá y se muy bien como es. Pero no deja de sorpenderme que siempre pedimos perdón por lo mismo, y me incluyo por que justo ayer vinieron una amiga y su familia a casa a cenar y fue automática la forma en la que lo dije.

Porqué tenemos que pedir perdón? Por priorizar los cuidados de nuestros hijos? Por priorizar bañarnos o arreglarnos un poco nosotras y no andar juntando cuanto juguete nuestro hijo tire en un segundo, o cuanto plato se junte en la cocina? Eso que yo solo tengo un hijo, y de verdad que hay días que mi cocina parece una escena del día despues de un huracán. Hay días que si tengo las pilas y hago mucho, no todo, por que mi prioridad es que Adrián haya cubierto sus necesidades básicas y yo tambien obvio. Pero ojo, que no siempre eso fue obvio. Y éste es el ojo de la tormenta.

Traemos en nuestra pesada mochila la figura machista de la mujer que todo hombre quiere. Una figura que se repite en el tiempo de boca en boca, generación tras generación, peor aún de mujer en mujer, y que la sociedad y la moda nos presiona que debemos ser. Una falsedad, sin dar muchas vueltas. A mi lo primero que me viene en mente ahora es la pelicula Stepfor Housewives, Las mujeres perfectas que protagoniza Nicole Kidman. Básicamente una burbuja controlada por hombres que dejan todo que desear en el trato con sus esposas y familias, que tienen la violencia super normalizada, y las esposas son todas esclavas de ellos. Me van a decir que nunca les dieron otras mujeres el consejo de que tenés que ser «una chef en la cocina, una dama en la calle y una puta en la cama» para que tu marido no te deje o no te meta los cuernos? O también está la frase, «para cuando llega tu marido vos tenés que estar esperándole con comida calentita y toda decente, nada de que te vea mal vestida.» Dimensionan lo que significan estas palabras? Donde quedamos nosotras en todo este panorama? Si ese es el juego en el que nos meten, obvio que vamos a pedir perdón. Pero saben qué? Ese no es el juego, por que la vida no es un juego o competencia de la esposa-madre del año. En la vida, no hay premios para las mujeres que supuestamente lo logran. No hay siquiera un pago minimo para las madres que nos quedamos en casa a hacer el trabajo de madres. Pero si hay un precio, que de nuevo, lo pagamos nosotras.

El día que decidí salir del voluntariado, estaba de pijamas a las 15:00, había mal dormido cinco horas porque mi prioridad era ayudar a las madres del grupo de whatsapp, con mi hijo gritando por mi atención, la casa patas para arriba y mi esposo mirándome. Mi hijo había aprendido a caminar solo, y yo no lo vi. Yo estaba ahí, a lado de él, pero no estaba al mismo tiempo. Estaba respondiendo el grupo del voluntariado, que me llevaba casi todo el día. Cuando mi esposo se dió cuenta que me di cuenta al punto al que llegue de no tener organizada mis prioridades, se fue la cocina a lavar los platos. Y yo me quedé dura, con el corazón apretado, el whatsapp con más de 80 mensajes sin leer, y mi hijo pidiendo teta. Así me quedé un buen rato. Me llevó unos meses decirles a las otras voluntarias que me decidí a salir porque quería hacer bien las cosas. Lo que no se entendió es que ese bien era para mí, porque nunca se piensa en la mujer. Nunca se nos valoriza como lo que somos, fundamental para la familia. No se entendió que yo quería estar bien. Que yo quería estar de verdad presente en mi casa. Presente en mi vida. Quería, y sigo queriendo, hacer lo que hago de forma profesional, bien hecho, con toda la atención centrada en la mujer que estoy acompañando cuando estoy trabajando, toda mi atención en mi hijo cuando estoy con él, y toda la atención en mi cuando estoy conmigo (esto vale oro y cuesta muchisimo llegar ahi). Saben como algunas me llamaron porque dije que me quería centrarme en mi misma? Egoísta.

En ese entonces pense que el problema era yo, y pase muy mal varios meses con esa idea haciendo eco en mi cabeza. La egosita. Pero hoy día veo que el problema es social. El problema es la figura de la Kuña Guapa. A la musa de la letra de Kuña Guapa nunca se le preguntó si era verdaderamente feliz. Solo se suponía que su felicidad era trabajar de sol a sol, complacer a todo el mundo, y estar siempre arreglada, por que Clementino Ocampos lo escribió así. Lastimosamente no podemos saber de la mismisima Kuña Guapa, pero si que podemos hacernos nosotras las preguntas: Sos feliz con todo lo que haces? Merece la pena? Lo haces porque asi sos socialemente aceptada y politicamente correcta, o porque de verdad te hace feliz? Para mi no era felicidad vivir desbordada todo el día rezando que llegara el momento de dormir de mi hijo para poder por lo menos bañarme.IMG_1759

Esto tiene que quedar bien claro. El primer paso para poder hacerlo todo, es darnos cuenta de esto: no podemos hacerlo todo solas. Existe un proverbio africano que dice «para educar un niño, hace falta una tribu entera.» Yo le agregaría, entre medio a la frase, para ser una madre que disfrute de su maternidad. Está bien tener ayuda, pedir ayuda y necesitar ayuda. No somos peor que alguien o menos que otra porque necesitemos ayuda.

Sobre conciliar, mi tribu y mi red de apoyo les escribo en otras entradas. Por ahora les invito a que reflexionen y encuentren sus propias respuestas.

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